ylliX - Online Advertising Network
EL PAÍS

“EL PAÍS es lo más cercano que hay a la verdad”



A finales del siglo XIX editores como Joseph Pulitzer o Rudolf Hertz manejaban a su antojo las grandes cabeceras estadounidenses. No solo monopolizaban la información, sino que dirigían el rumbo de los acontecimientos, creaban guerras y derrocaban presidentes a conveniencia. Gran parte de su negocio estaba en manos de los voceadores que ofrecían los ejemplares en la calle y necesitaban titulares más espectaculares cada día para vender su producto. Así que poco a poco los periódicos se hicieron cada vez más llamativos y sensacionalistas y la confianza en los periódicos poco a poco se fue deteriorando sin que el lector supiera ya cuanto había de verdad y cuánto de espectáculo en cada titular. Fue entonces cuando a Adolph Ochs se le ocurrió aplicar en los periódicos algo que ya sea hacía con los libros en Inglaterra: las suscripciones. Su objetivo fue que los lectores pudieran encontrar el periódico en la puerta de casa independientemente de lo espectacular que fueran los titulares del día. Eso permitía a los periodistas concentrarse en escribir historias importantes e ignorar las que no estuvieran contrastadas o los intereses de los anunciantes. El modelo de suscripción inventado por Ochs permitió al periódico alejarse del amarillismo y con ello dio paso al despegue de uno de los mejores periódicos del mundo: The New York Times. Más de un siglo después, que EL PAÍS haya llegado a los 400.000 suscriptores es una apuesta de ustedes y de nosotros por una forma de informarse y de entender el periodismo.

El origen del modelo de suscripciones lo describió Ryan Holiday en su libro “Créeme, te estoy mintiendo”, de la editorial Penguin, que el autor escribió para explicar cómo funciona la manipulación “porque estoy cansado de un mundo en el que los trolls secuestran los debates, los vendedores ayudan a escribir las noticias, las opiniones se disfrazan de hechos, los algoritmos llevan todo a los extremos y nadie es responsable de nada de eso. Es hora de que el público entienda cómo funcionan realmente las cosas. Lo que elijas hacer con esta información depende de ti”, resumía Holiday en la contraportada. Lo irónico del asunto es que el libro fue escrito hace más de una década.

Desde que en mayo de 2020 EL PAÍS lanzó la versión digital de pago, una media de 240 personas diarias se suscribe al periódico que usted está leyendo. Con datos de diciembre, casi 392.000 son suscriptores digitales algunos de los cuales forman parte de los 29.000 abonados a la edición impresa, y cerca de 5.000 pagan por la versión en PDF del ejemplar de papel. Todos ellos son suscriptores que eligen alguna de las ofertas, sacan la tarjeta, introducen los números y deciden pagar por reportajes, historias y opinión llegadas de los cinco continentes. En una época en la que cualquiera que mueve el dedo por la pantalla de la red social X puede decirse informado, 240 personas deciden cada día llevar la contraria y pagar por noticias con contexto, jerarquía, investigación, diseño o análisis de datos. 240 personas cada día hasta llegar a los 400.000 actuales.

Natale La Roca, de 18 años, es uno de los suscriptores más jóvenes de EL PAÍS y uno de los últimos en ayudar a redondear la cifra de 400.000. Jóvenes como él son el segmento que más paga por leer noticias. La franja entre 18 y 24 años es la que más ha crecido en suscripciones segun el Digital News Report que señala que entre la generación Z hay un 27% de suscriptores de prensa en 2023 frente al 12% de media.

Cuando habla del contexto mediático que vivimos, La Roca, estudiante de periodismo en la Universidad de La Laguna, tiene más claro que los adultos el suelo que pisa. “¿Bulos? Los bulos son parte de Internet desde su origen y supongo que el 90% de lo que nos llega a través de redes sociales es falso, pero creo en la información periodística fiable y por eso estoy suscrito”, argumenta desde Tenerife. “EL PAÍS no lo hace todo bien pero es el periódico más prestigioso y con mayor profesionalidad, y es lo más cercano que hay a la verdad”, explica. “Porque ya no se trata de saber la verdad sino de, al menos, acercarse a ella”, aclara.

España no es de los países más acostumbrados a pagar por información. Somos el país 23 en PIB en el mundo, el 25 en el índice de desarrollo humano y el 32 en tasas de lectura de prensa online en el panorama internacional, cuatro puntos por debajo de la media entre los países desarrollados. Un ranking mundial que encabezan Noruega (40%), Suecia (31%) y Estados Unidos (22%).

Pero la tardía incorporación al modelo de suscripciones emprendida por EL PAÍS ha crecido de forma brutal hasta llegar a los 400.000 suscriptores en poco más de cuatro años y medio, uno antes de lo previsto, superando los cálculos más optimistas. En Francia, un mercado más maduro en el pago por el periodismo digital, el líder, Le Monde, llegó en su primera década a 465.000 suscriptores y cerró el año pasado con 600.000.

Pero aunque España se incorporó tarde al hábito de pagar por información de calidad, han pasado cosas interesantes. Una de ellas es la altísima cifra (52%) de personas suscritas a dos periódicos. Otra es el hecho de que suscriptores que ideológicamente no se identifican con el periódico paguen por leerlo. “No comulgo con muchos de sus enfoques o editoriales, pero me interesan mucho las secciones de nacional y economía, además de que me aporta información interesante para los trabajos de la universidad”, dice Natale. Se trata de un fenómeno impensable décadas atrás.

En un periódico hay palabras con solera que parece sentarse en un sofá de orejas ubicado en el centro de una biblioteca de madera y lámparas verdes. Palabras como “editorial”, “columna” o “director adjunto” que pesan en cada letra. Hay otras, sin embargo, con aspecto enqulenque y aire tacaño como “errata”, “cintillo” o “separata”. Desde la aparición de EL PAÍS en 1976, suscriptor pertenece al primer grupo. Es una palabra heredada de otros momentos del periódico, cuando se vendían 400.000 ejemplares de papel en los quioscos. Cuando aún se firmaban letras, se pagaba con cheques, Raúl metía goles con el Real Madrid y en España se vendían diariamente 1’5 millones de periódicos. Los 400.000 de EL PAÍS, los más de 300.000 de El Mundo,los 200.000 del ABC y La Vanguardia, los más de 100.000 de La Razón y El Periódico de Cataluña o los 75.000 de Público. Hoy EL PAÍS ha alcanzado unan cifra clavada en el imaginario colectivo de los viejos quioscos pero con más del doble de suscriptores que las siguientes cabeceras españolas, una dinámica habitual en el mundo digital de la prensa donde el líder tiende a llevarse la mayor parte del mercado.

Hasta la irrupción del mundo digital, periódicos como EL PAÍS disfrutaban de tres tipos lectores: los compradores de cada día, los lectores de fin de semana y un tercer grupo formado por los suscriptores. Ellos eran la élite de los lectores y el colectivo más mimado del periódico. Un irreductible nicho que para la empresa garantizaba unos ingresos fijos y para la redacción eran una especie de alma que sobrevolaba desde las cartas al director a las columnas de opinión. Un pequeño grupo de gente a los que llegaba puntualmente el periódico a la puerta de casa, que no pasaban de un 20% de la tirada, que habían decidido que pasara lo que pasara EL PAÍS era su periódico. Ahora, eso pasa todos lo meses y 400.000 personas decide cada mes que este es su periódico. El sueño de cualquier director y de todos los que somos redacción.

Miguel Pérez, es uno de los suscriptores con más edad de EL PAÍS. Con 91 años atiende con amabilidad una llamada al azar entre los más veteranos. ¿Por qué se suscribe usted a un periódico? “Siempre he sido lector de diarios de papel y vivimos un momento extraño donde la Inteligencia Artificial planteará riesgos ante los que es bueno ampliar lo que es verdad o lo que es mentira”, dice con boquiabierta lucidez. “Empecé leyendo Pueblo desde que llegué a Madrid en 1961 y luego empecé a comprar cada día EL PAÍS”. Don Miguel ya no compra periódicos en papel y dice que no le ha costado trabajo leer exclusivamente digital. “No ha sido difícil acostumbrarme porque siempre he estado en contacto con ordenadores desde que empezaron a llegar a España los primeros a empresas Campsa, Renfe, Banco Español de Crédito”, explica. Él era el encargado de algo que por entonces no se llamaba ni siquiera informática, sino cerebros electrónicos.”, recuerda con humor. ¿Cómo ha cambiado el periódico? “No me atrevo a hacer un diagnóstico. Sería pretencioso”, responde. “Ustedes han evolucionado como han podido, pero sí noto que antes la redacción de las noticias eran más retórica y ahora son más escuetas y precisas”.

Con canales más engrasados que antes EL PAÍS ya no es propiedad de sus dueños, ni sus periodistas ni de aquel pequeño grupo de suscriptores, sino de sus principios y una comunidad mucho más amplia.

Jesús Fumaral, de Zaragoza, es uno de los suscriptores más antiguos. de la era digital. Se suscribió a los pocos días de la aparición del muro de pago. “Soy muy digital, nada de papel. Todo en móvil y Ipad”. Me gusta opinión, ElPaísExpress y portada, algunas News letters”, describe, y se describe como muy fan de Kiko Llaneras y la información de datos. “Escucho mucho los Podcast cuando viajo”, pero a mi mujer le gusta el periódico en papel de los domingos y la revista”, añade.

A nivel internacional EL PAÍS es hijo del idioma español de donde sale una parte importante de los suscriptores. México es la joya de la corona y el segundo país con más suscriptores después de España, una cifra igual a la suma de Francia, Alemania e Inglaterra. En América Latina Colombia y Chile crecen cada día, pero es en Estados Unidos donde más se nota el aumento al doblar el número de abonados en los dos últimos años. En Europa, Francia es el país donde más nos leen y nos escuchan. En Italia, EL PAÍS ha doblado el número de abonados en los dos últimos años.

Entre los hábitos de lectura, un 64% consulta el periódico en el movil, un 25% en el ordenador y un 10% en la tableta. El día que más gente está leyendo EL PAÍS son el domingo y el lunes a primera hora de la mañana, pero el punto álgido se alcanza los sábados a las 9am. El día que la gente pasa más del periódico es el jueves y el momento en que menos gente hay conectada son los sábados y domingos a las 4 am.

Pero después de varias llamadas aleatorias entre los suscriptores, la conclusión es que pagar por leer EL PAÍS en época de bulos y desinformación no es exclusivamente un compromiso con una forma de hacer periodismo. Cada llamada confirma que no es necesaria la militancia, abanderar la veracidad ante las fake news, ni luchar “contra el mal y el capital”, como decía La Bruja Avería. A veces es el mero hecho de disfrutar de unas líneas que nos pillan con la guardia baja. Al final de la última columna dominical de la Directora Pepa Bueno celebrando la histórica cifra, muchos lectores añadieron sus comentarios, un terreno siempre pantanoso. Entre ellos, el que más reacciones acumulaba el miércoles era uno de Mar Martínez que decía: “Leo EL PAÍS desde que nació. El año pasado me hice suscriptor. Hoy, cuando he acabado de leer una columna, he vuelto a repetir esta frase: tan solo por poder leer esta columna ya compensa haberme suscrito. Y me queda el resto. Gracias”.



Source link

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *