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EL PAÍS

El referéndum europeísta profundiza la división en Moldavia, candidata a entrar en la UE


Decía en la mañana de este domingo Maia Sandu, la presidenta de Moldavia, que el voto no es solo un “sello en un papel” sino la expresión de tu “destino”. El de los ciudadanos de este país (2,5 millones de habitantes) seguirá partido en dos, polarizado entre la posible adhesión a la Unión Europea, sobre la que se preguntaba en referéndum constitucional durante la jornada electoral y los cantos de sirena de Rusia ―formaciones prorrusas han hecho campaña por el boicot a la consulta―. Con más del 90% del escrutinio y a falta del conteo final de las papeletas del extranjero, la opción europeísta, defendida desde la jefatura del Estado, sufrió un fuerte varapalo. A media noche, Sandu, con gesto muy serio, compareció ante los medios para leer una declaración en la que denunció un ataque “sin precedentes” orquestado por grupos criminales y “fuerzas extranjeras hostiles” para la compra de 300.000 votos. “Su objetivo era socavar un proceso democrático. Sembrar el miedo y el pánico en la sociedad”, señaló la presidenta. La líder del proeuropea Partido de Acción y Solidaridad (PAS) informó de la apertura de una investigación por fraude elctoral.

Las últimas encuestas hacían prever que el resultado del referéndum sería favorable a la reforma de la Constitución para blindar la adhesión al club comunitario como pilar para el futuro de este país de Europa del Este. De mantenerse el resultado del escrutinio avanzado, la senda europeísta trazada en los últimos años quedaría a merced de cualquier cambio en el signo político del Gobierno ―se celebran elecciones legislativas en junio de 2025―. Las actuales negociaciones con la UE están abiertas desde diciembre, pero las autoridades calculan que el proceso llegaría a su última etapa en 2030, siempre y cuando Moldavia cumpla con las condiciones de Bruselas. Y si la presión de Moscú sobre la población no surte mayor efecto.

La presidenta en funciones y candidata presidencial de Moldavia, Maia Sandu, deposita su voto para las elecciones presidenciales y el referéndum sobre la adhesión a la Unión Europea, en Chisináu, el 20 de octubre de 2024.
La presidenta en funciones y candidata presidencial de Moldavia, Maia Sandu, deposita su voto para las elecciones presidenciales y el referéndum sobre la adhesión a la Unión Europea, en Chisináu, el 20 de octubre de 2024.Vladislav Culiomza (REUTERS)

“La voluntad del pueblo debe determinar su destino, y no el dinero sucio o las mentiras”, dijo Sandu en su primera intervención ante la prensa en la mañana de este domingo, desde el centro educativo Licelul Teoretic Petru Rares, en Chisináu, la capital, donde depositó su voto. Sin mencionarlo, la candidata a la reelección hacía referencia a la campaña híbrida dirigida por el Kremlin a través de propaganda, desinformación y compra de votos. En los últimos meses, las fuerzas de seguridad han responsabilizado al oligarca moldavo de origen israelí Ilan Shor de tener a sueldo a decenas de miles de electores e incluso entrenar en territorio ruso, donde reside, a nacionales para participar en protestas y desórdenes en el país.

Los moldavos estaban también llamados a elegir presidente, con Sandu como favorita. En estos comicios a la jefatura de Estado participaron el 51,55% de los que acudieron a votar, ocho puntos por encima de la primera vuelta de 2020. No fue suficiente para que ninguno de los principales aspirantes reuniera más del 50% de los votos. Sandu, con en torno al 39% de las papeletas tendrá que disputarse la segunda vuelta con el ex fiscal general Alexander Stoianoglo, líder del Partido de los Socialistas, con un 28%. En tercer lugar se situó el populista Renato Usatii, con un 13% de apoyos, seguido de Irina Vlah, aspirante independiente, que cosechó un 5%. Esta nueva cita electoral tendrá lugar el próximo 3 de noviembre.

La jornada electoral avanzó este domingo, frío y nublado, con unas cifras muy modestas de participación. Un goteo que mantuvo en tensión hasta la madrugada a los sectores de la sociedad que quieren acelerar el acercamiento a Bruselas. El mensaje de los que se pronunciaron en los colegios electorales ante este reportero, invitado por el Centro Nacional de Defensa de la Integración Europea de Moldavia, fue claro: más Europa. El discurso prorruso se mostró más escurridizo. “Todos los problemas vienen de allí, de Moscú”, señaló por la mañana André Moraru, de 48 años, tras depositar junto a su hijo su papeleta en el Licelul Teoretic Petru Rares. “Si la UE significa más economía, Rusia significa más desinformación”, manifestó este empleado de una empresa de alquiler de coches.

Manoli Victor, de 35 años, ingeniero, acompañado de su mujer, Alina, profesora de 32, ofrecía junto a las escalinatas del mismo centro una explicación sencilla a su particular adhesión a Europa: “Quiero mejores carreteras para mi país”. Una contestación práctica, pero muy en la línea de lo que Moldavia tiene por delante si continúa su apuesta por la UE. La mejora de las infraestructuras es uno de los apartados incluidos en el paquete de 1.800 millones de euros comprometido por Bruselas el día 10 bajo el nombre de Plan de Crecimiento. Preguntado por las maniobras del Kremlin, Victor, prudente, afirmó: “No está bien lo que están haciendo aquí”. Rusia tiene efecto en Moldavia y esta pareja es un fiel reflejo. Admiten que tras la invasión de la vecina Ucrania, en febrero de 2022, prepararon las cosas por si tenían que huir con sus tres hijos.

La batalla por el voto joven

Más de 1,5 millones de moldavos acudieron a votar este domingo. Casi 240.000 lo hicieron desde alguno de los puestos electorales del extranjero, donde residen otros 1,2 millones de nacionales. A tenor de los datos del escrutinio, la antigua república soviética tendrá que librar, como otras muchas democracias europeas, la batalla por atraer el voto joven, más cercano a la identidad europeísta que precisamente perseguía reforzar el referéndum: solo el 8% de los electores entre 18 y 25 años ejercieron el derecho al sufragio, según la Comisión Electoral Central.

Corina Raiu, de 40 años, se desplazó a primera hora de la tarde a su colegio electoral, una guardería en la localidad de Straseni, al noroeste de la capital. Mientras miraba cómo su hijo correteaba en el parque del centro educativo, Raiu explicó que quiere elegir el camino que va a tomar el país para niños como el suyo y que, por este motivo, votó por “libertad, estabilidad y futuro”. No hizo falta indagar mucho para saber que esta trabajadora, dedicada a las finanzas en una empresa de comunicación, marcó la casilla del sí en la boleta del referéndum. Aclaró, no obstante, que los intentos de interferencia rusa, denunciada por las autoridades, a ella no le afectan directamente: “No está en mi cabeza ni en la de mis amigos o entorno, pero quizá sí en la de mis padres”.

A diez pasos de Raiu, Elena Miron, de 72 años, acompañaba a su hija, Cristina, influencer de 36, tras haber depositado el voto en familia. Con la risa que acompañaba a los primeros rayos de sol de la tarde, la joven admitió que los de su generación están “más abiertos” a la UE que los mayores, que calificó como “más manipulables”. “En cuanto les hablan de la pensión, por ejemplo, les afecta”. Allí donde pueden tener miedo, donde son vulnerables, contaba, es donde les atacan. Tras asentir, su madre, a modo de confidencia, compartió algo con lo que aún muchos coinciden en Moldavia: “Todavía hay ciudadanos prorrusos, incluso en este pueblo, que quieren bloquear lo de Europa. Pero vamos a subir ese peldaño”. Esa subida, por ahora y tras las elecciones, se presenta más empinada.



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